¿POR QUÉ LA TASA DE POBREZA ES ALTA SI EL DESEMPLEO ES BAJO?
La elevada tasa de pobreza observada en la actualidad es similar a la de fines de la década del noventa. Entre 1995-1999, la proporción de personas que no tenía los ingresos necesarios para adquirir una canasta básica total -medida con la metodología actual- oscilaba entre el 35% y 40% de la población promediando valores similares a los de 2021 (ver Tabla 1).
Sin embargo, sus determinantes son diferentes. En la segunda parte de la década de los noventa el desempleo era muy elevado (promedió 15,3% de la PEA) y la tasa de empleo muy baja (promedió 35,7% de la población). En cambio, actualmente el desempleo es aproximadamente la mitad y la tasa de empleo trepa a más de 42%. Cabe destacar que en ambos períodos la subocupación fue elevada (entre 12% y 13%) y la demandante rondó 8%. Si se contrastan las cifras actuales con las de diez años atrás (2011), se encuentran tasas de empleo y desempleo similares, pero mayor subocupación -demandante- que junto a la abrupta pérdida de poder adquisitivo de los salarios desde 2018 (ver Gráfico 1), explican porque la tasa de pobreza del año pasado fue 12 p.p. superior a la registrada en 2011.
Comparar la situación actual con fines de los noventa y una década atrás permite extraer dos importantes conclusiones: 1) pese a una mayor tasa de empleo/menor desempleo, la incidencia de la pobreza es similar a la segunda parte de la década de los 90’s; y, 2) en el último lustro existió un fuerte deterioro del poder adquisitivo de los ingresos laborales que produce que, con idéntica tasa de empleo, la pobreza en la actualidad sea significativamente superior a la de 2011.
Por este motivo, es necesario acercar la lupa en las características del empleo predominante en los hogares pobres. Para eso analizamos la situación laboral de los jefes de hogar de tres grupos de hogares: indigentes, pobres y no pobres (ver Gráfico 2). Según los resultados de la última EPH (primer trimestre 2022), los asalariados informales, los no asalariados (fundamentalmente cuentapropistas) y los desocupados representan -en conjunto- el 55% de los jefes de hogar indigentes y el 52% de los jefes de hogar de familias pobres, mientras que esta cifra desciende al 28% en hogares no pobres. Contrastan con estas cifras la preponderancia de asalariados formales en los hogares que no son pobres (41% del total), cuando sólo alcanzan al 18% en las familias pobres y al 4% de los hogares indigentes.
Cabe destacar que, dentro de los jefes de hogar que poseen trabajo, la subocupación es mucho más alta en los de hogares indigentes y pobres. El 35% de los jefes de hogar ocupados indigentes trabaja menos de las horas que quisiera, dicha cifra alcanza 17,4% en las familias pobres, y baja a 3,6% en los hogares no pobres. Pese a que, la desocupación no varía significativamente respecto a 2011, la mayor subocupación demandante explica los mayores índices de pobreza observados.
En síntesis, la elevada tasa de pobreza observada en la actualidad está vinculada a un empeoramiento de las condiciones de empleo y no a un problema de desocupación. Entre los factores que explican el deterioro de la “calidad” de los puestos de trabajo destacan: la subocupación demandante; la informalidad/cuentapropismo; y, el retroceso del salario real en un contexto de fuerte aceleración inflacionaria.
PLANES SOCIALES COMO COMPLEMENTO DEL EMPLEO PRECARIZADO
La respuesta de política económica al fenómeno de precarización del empleo consiste en el incremento de las prestaciones sociales que perciben los hogares de menores ingresos para complementar sus bajos ingresos laborales. Por caso, la EPH pregunta a los hogares el monto de ingresos percibido por subsidio o ayuda social del gobierno, iglesia, etc. Sin estos ingresos mencionados por los encuestados, la tasa de pobreza hubiese sido en promedio 2 p.p. más alta a la observada en los últimos tres años (ver Gráfico 3). Más aún, durante la cuarentena estricta, la pobreza habría trepado a 50% de la población, cuando terminó siendo 4 p.p. menor gracias a estos ingresos -la implementación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) a los hogares vulnerables fue clave-.
Para precisar el impacto de las prestaciones sociales que brinda el gobierno Nacional en los hogares vulnerables conviene dividirlas en dos: programas que inciden en hogares de menores recursos (AUH, Asignación por Embarazo, Becas Progresar, Potenciar Trabajo, Tarjeta Alimentar, Pensiones no contributivas, Prestaciones del PAMI y otros) y las restantes (centralmente, jubilaciones y asignaciones familiares a trabajadores formales). Como se observa en la Tabla 2, el conjunto de las prestaciones sociales mostró un crecimiento real significativo, pero el incremento de la asistencia a hogares vulnerables fue aún mayor, particularmente en el segundo trimestre de 2022 producto de bonos extraordinarios.
Otra forma de dimensionar el impacto de la política social es asignar a una familia tipo 2 definida por el INDEC como “matrimonio joven con dos hijos pequeños” diferentes tipos de ingresos (salario informal, formal básico, Potenciar Trabajo, AUH, Tarjeta Alimentar y Asignación por Hijo para trabajadores formales) para estimar si logra superar la línea de pobreza e indigencia desde el primer cuarto de 2017.
En primer lugar, si dicha familia percibe un salario básico de convenio y dos asignaciones familiares por hijo (para trabajadores formales), encontramos que roza la línea de pobreza, particularmente a partir del tercer trimestre de 2021. Las prestaciones sociales que perciben no superan el 15% del ingreso del hogar, pero ellas permiten alcanzar el umbral de la pobreza. En el segundo caso, suponemos que ambos padres perciben ingresos informales (equivalentes al promedio del salario no registrado), dos asignaciones universales por hijo y una Tarjeta Alimentar Ampliada (para sus dos hijos). Con dichos ingresos, la familia superaría en casi todo el período la línea de pobreza, explicando las prestaciones sociales más del 20% del ingreso del hogar.
En tercer lugar, suponemos que los ingresos de la familia tipo 2 están compuestos por un salario informal, un Potenciar Trabajo (suplanta al salario informal faltante del caso anterior), dos AUH y una Tarjeta Alimentar ampliada. Con o sin prestaciones sociales el ingreso total del hogar no llega a superar el umbral de la pobreza. Por último, una familia tipo que percibe un ingreso compuesto por dos Potenciar Trabajo, dos AUH y una TAA tampoco supera la pobreza (en ningún momento desde 2017 para acá) ya que se encuentran un 30% por debajo de la CBT. Particularmente, esta familia sin prestaciones sociales sería indigente pues no contaría con ingresos.
Como conclusión, las transferencias de ingresos o planes de empleo tienen un impacto relevante en los hogares vulnerables. En particular, los incrementos de bonos extraordinarios otorgados por la brusca aceleración inflacionaria en lo que va del año significaron una compensación a la caída real del ingreso laboral. Como muestra la Tabla 3, en ninguno de los cuatro casos seleccionados se hubiera superado la línea de pobreza sin contabilizar los planes sociales. La consolidación fiscal acordada con el FMI -equilibrio primario en 2024- plantea dudas sobre si estas prestaciones -especialmente los refuerzos adicionales- podrán mantenerse en el futuro. La salida óptima al dilema de elevada pobreza y asistencia social es la creación de empleo de calidad para poder reducir simultáneamente ambas, pero para ello es necesario poner a la economía en un sendero de crecimiento sostenido que priorice la inversión (léase fuerte acumulación de capital humano y físico).